lunes, 24 de mayo de 2010

EL ASESINO ANDA SUELTO (THE KILLER IS LOOSE, 1956)


Es curioso como rápidamente se asocia el nombre de un determinado director con una sola parte de su obra ignorando el resto de esta como si fuese menos destacada cuando en ella se encuentran obras de una calidad cinematográfica indiscutible, pongamos por caso a John Ford y el western, DeMille y el cine bíblico o Richard Brooks y las adaptaciones de grandes literatos. En el caso de Budd Boetticher sucede algo similar, ya que la fama ganada por el llamado Ciclo Ranown de westerns protagonizados por Randolph Scott ha eclipsado en cierta medida los logros de películas como La ley del hampa (The Rise and Fall of Legs Diamond, 1960) o esta El asesino anda suelto que ahora nos ocupa.
                          
Realizada inmediatamente antes de iniciar el antes referido ciclo de westerns, El asesino anda suelto quizá sea una de las películas pertenecientes al cine negro de los 50 que ofrecen una mirada más demoledora sobre el American Way of Life, centrando su atención en la caza que la policía hace de un convicto fugado que trata de vengarse del policía que le cazó tras ser cómplice del robo al banco en que trabajaba, y que además mató accidentalmente a su esposa durante su detención.

Es el diseño de este personaje la clave sobre la que Boetticher desarrolla en gran parte su película. A pesar de ser un hombre educado y de buenos modales, Leon Poole es un hombre apocado y al que todo el mundo en mayor o menor medida desprecia (su ex sargento durante la guerra le llama “Foggy”, alelado), y por ello trata equivocadamente de intentar ser alguien suministrando información para el atraco. Solamente su esposa, la única persona que la veía como un ser humano era su único asidero con la sociedad, y al fenecer esta accidentalmente no le quedará otra obsesión que el devolver todo el mal que se le ha hecho haciendo lo propio con la esposa de su captor. La vieja ley del ojo por ojo.

Por otro lado, su antagonista el detective Sam Wagner tampoco es manco en problemas, ya que sufre la crisis de conciliar su dedicación al trabajo con la vida familiar. Su esposa Lila, embarazada, no deja cuestionarle si vale la pena arriesgar su vida como policía en las calles, si puede dejará que ella viva con el miedo perpetuo de si volverá o no a casa por las noches, y la situación creada por Poole no hace sino recrudecer sus temores y hacer peligrar su relación.

Boetticher se sirve de este material para ofrecer una dirección directa y rotunda, creando una tensión in crescendo que no decae durante toda la trama, mientras Poole va estrechando el cerco que le dirige a su objetivo con la facilidad de alguien que pasa por un ciudadano más normal y corriente, e incluso haciendo partícipe de la acción al tiempo lluvioso que recorre la película. Boetticher aporta una planificación cuidada al milímetro, con escenas modélicas como la del juicio, donde Poole no quita ojo de la que será su sueño más codiciado; aquella del autobús en la que Lila solo cree ver a su ejecutor, o la ya célebre escena en casa del ex sargento de Poole que concluye con la devastadora muerte de este (soberbia resolución con la botella de leche), prácticamente copiada por John Frankenheimer en El mensajero del miedo (The Manchurian Candidate, 1962); por no hablar del clímax final, todo un prodigio del montaje paralelo.
 
Se vio ayudado Boetticher por el excelente concurso de su trío protagonista. Joseph Cotten demuestra otra vez que por sus venas en vez de sangre corría el don de la interpretación, aun cuando su personaje es el menos interesante entre los principales. Por su lado, Rhonda Fleming posiblemente esté ante la mejor interpretación de su carrera, menos glamorosa y mejor actriz que nunca. Pero a quien hay que alabar realmente en esta ocasión es a Wendell Corey, que hace una labor impresionante. Su manera de andar entrecortada y oscilante, su voz suave y pausada y la expresión de sus ojos, que hay que adivinar tras sus gafas, dan al personaje una humanidad que engaña y disfraza su mente obsesionada. La gente que asesina no es sino un obstáculo antes de llegar a su objetivo. Un personaje complejo, poliédrico y fascinante, maleado por una sociedad que quizá debiera haberle atendido en vez de despreciarlo.

                                                                                 

FICHA TÉCNICA

Dirección: Budd Boetticher.
Producción: Robert L. Jacks, para Crown Productions/United Artists.
Guión: Harold Medford, según un argumento de John y Ward Hawkins.
Fotografía: Lucien Ballard.
Música: Lionel Newman.
Montaje: George A. Gittens.
Intérpretes: Joseph Cotten (Detective Sam Wagner), Wendell Corey (Leon “Foggy” Poole), Rhonda Fleming (Lila Wagner), Alan Hale Jr. (Denny), Michael Pate (Detective Chris Gillespie), John Larch (Otto Flanders), Dee J. Thompson (Grace Flanders), John Beradino (Mac), Virginia Christine (Mary Gillespie), Paul Bryar (Greg Boyd), Don Beddoe, Richard H. Cutting…
Nacionalidad y año: Estados Unidos, 1956.
Duración y datos técnicos: 73 min. 1.37:1. Blanco y negro.

martes, 11 de mayo de 2010

EL RETORNO DE LOS HERMANOS CORSOS (THE BANDITS OF CORSICA, 1953)


Cuando alguien con un mínimo de cultura escucha el nombre Alexandre Dumas, inequívocamente vienen a su cabeza imágenes de piratas, barcos, espadachines, largos viajes llenos de peligros, islas con grandes tesoros escondidos… lo que en pocas palabras viene siendo la esencia más pura de la aventura clásica en su vertiente literaria. El cine, obvio es, no podía dejar escapar semejante filón de oro y prueba de ello son la ingente cantidad de producciones que a lo largo de la historia del cinematógrafo han adaptado o tomado como inspiración su obra.

El retorno de los hermanos corsos, tal cual su título español indica explícitamente, se plantea como una secuela de los personajes de la novela de Dumas, los gemelos Franchi, siameses separados al nacer, reencontrándose tras la supuesta muerte de uno de ellos y aliándose con intención de derrotar al tirano gobernador de la isla de Córcega.

No tengo el placer de conocer todavía el original literario de Dumas, pero al parecer las líneas básicas que definían los rasgos principales de los protagonistas son respetadas por el guión de Frank Burt, con ambos siameses separados físicamente pero compartiendo una extraña conexión telepática que hace que tanto los sucesos como los sentimientos que afectan a uno de los hermanos afecten al otro también, aunque, y he aquí el principal fallo del guión, esta conexión entre los hermanos no es bidireccional, produciéndose sólo en un sentido sin ser recíproco en el otro, perjudicando a la congruencia de la historia.

Por lo demás, nos encontramos ante una prototípica historia de aventuras de la época valiéndose de recursos habituales al uso en este tipo de cine de presupuesto a medio camino entre la serie A y la B, con cosas vistas tanto antes como después de esta película (disfraces, personajes amnésicos, posibilidad de que uno de los hermanos pueda hacerse pasar por el otro…) y donde las claves del éxito residían en la imaginación y oficio que su director dotara para la ocasión. En este caso, Ray Nazarro, prolífico director de westerns en los 40 y 50, imprime el suficiente ritmo y corrección a la cinta para evitar el bostezo y aburrimiento del espectador, haciéndole pasar un rato agradable con la misma facilidad con que posteriormente arrinconará en su recuerdo la película.

Finalmente, y por recordar algunas cosas positivas a destacar del visionado del film serían las buenas interpretaciones de Raymond Burr y Richard Greene. El primero en uno de los villanos típicos de él, pero con un par de toques de humanidad y nobleza: da una oportunidad de librarse de la pena de muerte al único aldeano que le planta cara a cara públicamente si logra derribarle de un golpe, así como elude dejar en evidencia una débil coartada a su antagonista por estar presente la esposa de este. El segundo, dando vida a los dos hermanos gemelos, logra hacer interesante uno de ellos, Lucien, el sufridor de la conexión telepática que le tortura y marca un destino del que trata de zafarse, otorgándole una ambigüedad bien retratada por el actor.

Un pequeño detalle del guión más antes de acabar dado que resalta por su originalidad: tras ser estirado uno de los gemelos en un potro de tortura, este consigue huir sirviéndose de la misma máquina para romper los barrotes de la ventana, dejando entrever una situación interesante, no son las máquinas malas de por sí, sino el uso que de ellas se hace.


FICHA TÉCNICA

Dirección: Ray Nazarro.
Producción: Global Productions/United Artists.
Guión: Frank Burt, según argumento de Richard Schayer, inspirado en la novela de Alexandre Dumas Los hermanos corsos,
Fotografía: George E. Diskant.
Música: Irving Gertz.
Montaje: Grant Whytock.
Intérpretes: Richard Greene (Mario Franchi/Lucien Franchi), Paula Raymond (Christina), Raymond Burr (Gobernador Jonatto), Dona Drake (Zelda), Raymond Greenleaf (Paoli), Lee Van Cleef (Teniente Nerva), Frank Puglia (Riggio), Nestor Paiva (Lorenzo), Peter Mamakos (Diegas), Paul Cavanagh (Dianza), Paul Cavanagh, Peter Brocco, George J. Lewis, Clayton Moore, Virginia Brissac, Francis McDonald, Michael Ansara, William Forrest, John Pickard.
Nacionalidad y año: Estados Unidos, 1953.
Duración y datos técnicos: 78 min. 1.37:1. Blanco y negro.

lunes, 26 de abril de 2010

LA TABERNA DEL IRLANDÉS (DONOVAN'S REEF, 1963)



Dentro de la extensa obra de John Ford, La taberna del irlandés supone el último resquicio abierto a una visión optimista de una comunidad humana en una época donde los últimos pasos de Ford en la dirección estaban marcadas por la amargura y el desarraigo. De forma similar a El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952), la ficticia isla de Haleakaloha (que en hawaiano significa “hogar de risas y amor”) es otro paraíso perdido al que va destinado un personaje ajeno tanto al sitio como a la forma de vida de sus habitantes, al igual que en el Inisfree irlandés.

Pero obviamente, guarda diferencias sustanciales que hacen que la película pueda considerarse una variación sobre fórmulas anteriores (en parte al estilo Hawks) en vez de un autoplagio fordiano. En principio tenemos la propia configuración de la fauna humana que vive en Haleakaloha, tan heterogénea como milagrosamente unida y armónica: la isla es de dominio político francés, tiene una importante población nativa polinesia que conserva a su reina, también existe un importante número de comerciantes chinos y recibe la ayuda del ejército australiano, aunque los que en realidad parecen manejan el cotarro son unos pocos exiliados norteamericanos autoexiliados tras la Segunda Guerra Mundial. Frente a la tradicional y fijamente establecida estructura que supone la idealización de Inisfree, la isla de Haleakaloha es una suerte de globalización donde prevalece el respeto entre las diferentes razas que dan cabida a la comunidad.

En segundo lugar, y significativamente, el trazado del personaje ajeno a la isla es totalmente inverso al efectuado en la parábola irlandesa, no sólo por tratarse de una mujer en vez de un hombre, también en el sentido físico y emocional. En El hombre tranquilo, el personaje de John Wayne era un emigrante que vuelve al refugio de la infancia huyendo del pasado y cansado del exterior, en cambio, la señoritinga de La taberna del irlandés abandona la rígida vida de Boston para abrirse al mundo y poder encontrarse con el pasado. Antes que la prototípica historia de la forja de la persona por el camino nos encontramos ante el descubrimiento de la humanidad, tanto física como emocional, que da el trato con todo lo opuesto a lo que uno es.

Y aún más, también cabe hablar de otro proceso de cambio en otro personaje, más sutil y difícil de apreciar: de los tres exiliados americanos, el Dr. Dedham tiene su motivación en la ayuda al necesitado, Gilhooley todavía es un espíritu itinerante y vivo al no asentarse aun cuando al lograrlo al final no cambie su actitud. En cambio, el protagonista, “Guns” Donovan, vive su aislamiento paradisíaco a todos los efectos, al margen de cualquier afecto emocional, como si entre él y el resto del mundo se interpusiera un muro, un arrecife nunca mejor dicho, y las peripecias que vive en la película le servirán también para lograr superar esas barreras y encontrar la felicidad por medio de su aventura amorosa.


Todo en la película es auténticamente fordiano, y si bien no está considerada entre los mayores logros de su carrera no deja por ello de ser una cinta excelente de ritmo imparable, con secuencias que fácilmente se podrían integrarse dentro de la basta colección de las mejores de su autor, con su sello personal inimitable, caso de la misa de Navidad en la destartalada iglesia, toda una pieza de equilibrio entre lo cómico y lo dramático; o el bellísimo momento en las montañas tras la oración de la joven heredera: acto seguido Amelia contempla el paisaje mientras las palabras de la niña resuenan por el valle y catárquicamente logra librarse de la ceguera que tenía respecto del exterior de su persona. Por no hablar de las antológicas peleas bañadas por el alcohol que recorren la película, donde cabe destacar la antológica idea que da partida a la primera de ellas, celebrando un cumpleaños conjunto entre amigos a puñetazo limpio, y curiosamente, coincidiendo también con el aniversario del bombardeo de Pearl Harbor.

Para todo ello, el maestro Ford contó con la inestimable ayuda tanto de John Wayne como de Lee Marvin, sencillamente pletóricos ambos, además de contar con un nutrido grupo de excelentes actores como Jack Warden, César Romero, Mike Mazurki, Marcel Dalio o una pequeña intervención del singing cowboy Dick Foran para dar cabida al nutrido grupo personajes habituales del director, dando lugar entre todos a una película hecha para disfrutar entre amigos, que consiguen transmitir plenamente al espectador la diversión que vive al otro lado de la pantalla. Pocos pueden presumir de lograr eso con facilidad, John Ford es un maestro de ese arte.


FICHA TÉCNICA

Dirección: John Ford.
Producción: John Ford, para Paramount.
Guión: James Edward Grant y Frank S. Nugent, según un argumento de Edmund Beloin.
Fotografía: William H. Clothier.
Música: Cyril J. Mockridge.
Montaje: Otho Lovering.
Vestuario: Edith Head.
Intérpretes: John Wayne (Michael Patrick “Guns” Donovan), Lee Marvin (Thomas Aloysius “Boats” Mulcahy), Elizabeth Allen (Amelia Dedham), Jack Warden (Dr. William Dedham), César Romero (Marqués Andre de Lage), Dick Foran (Oficial australiano), Dorothy Lamour (Miss Lafleur), Marcel Dalio (Padre Cluzeot), Mike Mazurki (Sgto. Monk Menkowicz), Edgar Buchanan (Abogado), Jon Fong (Mr. Eu), Jacqueline Malouf, Cheryline Lee, Tim Stafford, Chuck Roberson, John Qualen (voz), Cliff Lyons, Patrick Wayne, Frank Baker, Mae Marsh…
Nacionalidad y año: Estados Unidos, 1963.
Durción y datos técnicos: 1.85:1. Technicolor.

martes, 13 de abril de 2010

Bienvenidos al Arrecife de Donovan



Bienvenidos a este nuevo rincón para cinéfilos que gustan de saborear buen cine en compañía de eternas copas de bebidas espirituosas y buenos puros de aromas tostados. Como no puede ser menos tratándose de animales tabernarios, nos deleitaremos con interminables peroratas sesudas, nos involucraremos en mil y una aventuras y peleas de ebria resolución, babearemos por la presencia de bellas mujeres, pero eso sí, tratándolas con digno respeto de caballeros a la vieja usanza;  y cómo no, maldeciremos a todo aquél que ose levantar la palabra sobre alguno de nuestros dioses particulares, que por supuesto tendrán su santoral específico en su momento.

Como en toda taberna que se precie, no podremos dejar de irnos por la tangente de vez en cuando para tratar otros temas mundanos, sean musicales, literarios -o todo aquello que se tercie- con los que no se puede dejar de vivir y que a buen seguro aportan vida a todo antro de mala reputación como este en el que nos encontramos.

Nada más pero todo por decir a partir de ahora. Id cogiendo asiento y atrincheraos y acomodaos en vuestro propio rincón mientras vamos acabando de poner esto en marcha. Id pasando por la barra que hoy hay barra libre, ¡BIENVENIDOS!